lunes, 29 de octubre de 2012

Contextualización y reivindicación de un "como sea": la institucionalidad y el lenguaje de la camaradería

Por: William J. Castro-Toppin

Dedicado a los muchos buenos estudiantes de la Facultad de Ciencias Humanas que no se han graduado y andan por el mundo dictando sus "Lecciones de Vértigo", en especial, a Carlo Morales.

*Aclaración: yo soy malísimo con la tecnología, no tengo Facebook, casi no uso MSN, con el mail me basta, a veces paso temporadas sin celular. Para mi un computador es una combinación de "máquina de escribir" + "enciclopedia" + "relaciones epistolares". Conclusión yo no publique ese texto, y no tenía la menor idea de que tanta gente estuviera teniendo acceso a él, ese fue un texto que inicialmente yo escribí para ser leído por familiares, amigos, compañeros, gente de cine, de la cultura y algunos de los que fueron mis profesores en Derecho, Medicina y Ciencias Humanas... es decir, un "focus group". No sabía que casi cualquier persona podía acceder a él desde Facebook.

Ahora sí empecemos, pero este "ensayito" no lo voy a escribir "como sea", voy a empezar con una frase contundente, dentro de la increible serie de hechos afortunados que me condujeron a estar más cerca de un título que me venía siendo esquivo por múltiples razones (dentro de las cuales no entra la negligencia), uno de los factores más determinantes fue que desde lo académico y desde lo administrativo se diera una dupla de profesores, que para mí se constituía en el "mejor de los mundos posibles" para graduarme, ya que con "Esteban" como asesor y "Freddy" como director del programa, se daba una muy bienaventurada combinación, y es que por primera vez se daba administrativa y procedimentalmente la combinación de los dos profesores que tuve durante la carrera que explícitamente más me habían insistido en graduarme, y que sus afirmaciones más que de la "institucionalidad" partían del aprecio. Conclusión: "dificilmente sin la concurrencia de estas dos personas, yo hubiese podido estar cerca de animarme de intentar ser práctico, y obtener el Cartón". Este texto de "Los agradecimientos de El Cartón", tanto en su versión recortada como en su versión extendida, vienen siendo muy bien recibidos, sólo me han hecho dos "reproches", el uso de la expresión "como sea" a nivel de la institucionalidad. Y a nivel familiar, se sorprendieron de que mi relación con dios no se correspondiera con la del nieto originario de una familia católica, y cuya educación de pre-escolar, primaria y bachillerato estuvo en manos de monjas, curas y militares.

En algunos miembros de mi familia hay alguito de cariñosa consternación, y me hacen una censura de estilo, pues para ellos debí escribir dios, siempre con mayúscula y en negrilla (como es debido), y por el lado de lo administrativo, se me presentaron unos argumentos que me parecieron válidos, y es que el "como sea" podía prestarse a malos entendidos. Aclaro entonces que la expresión "como sea" si fue empleada, pero desde el lenguaje de la camaradería, pues cuando yo hablo con Freddy alias "instancia administrativa", pese a que el ostenta el rol de director del programa y docente, yo lo abordo más desde la amistad, y cuando él me dice esas palabras, lo dice no para decirme que haga un mamarracho, o haga algo fraudulento, sino que haga algo PRACTICO, que fuera pragmático epistemológicamente hablando, es decir, que no fuese tan ambicioso, autoexigente ni arriesgado, que entendiera que me encontraba en una situación límite. ¿Cuál es la historia? y ¿Por qué entra aquí la epistemología?...

Pues resulta que hay epistemológicamente dos tipos de trabajos, los de gran especificidad -los preferidos de colciencias- y unos de mirada más panorámica, general, integradora u holística (concepto que entre otras cosas descubro en primer semestre en la materia de Humanidades que me dicta Freddy Ávila, materia en la que yo me doy cuenta de algo que me había caracterizado toda la vida como estudiante, y que sólo allí pude entender con ese término, y es que yo en términos generales soy de miradas "holísticas", soy más Edgar Morin que Augusto Comte... y que me cuestan enorme trabajo las miradas hiperespecializadas, sumenle otra razón más a mi demora en poder armar una tesis en la cabeza... yo he venido descubriendo que ambas cosas se necesitan, los trabajos de mirada especializada y los de mirada holísitica, pero curiosamente somos los de mirada holística los que estamos un poquito más "discriminados" dentro del concierto de la producción de conocimiento de la universidad). Entonces cuando yo escribo que al final no pude hacerla "como sea" es que finalmente me "resigné" a aceptar mi naturaleza holística, por ello "Metaficción y escritura experimental en la narrativa de Badrán Padauí: o Lecciones sobre cómo escribir un Título" es en mayor medida una tesis de mirada "integradora". Creo, que queda bastante aclarada la duda, la que no sé muy bien cómo voy a aclarar es la de "dios" y mi familia: "-¡Ay Dios mío, qué hago!"- (al final estos ensayos y dedicatorias terminan siendo como una especie de "Salida del Closet", ya he tenido que aclarar que yo no soy Ateo, pero que igual a los Ateos se les debe respetar).

De todos modos, he aprendido que hay que intentar ser un poquito "prácticos", aunque también lo que yo intentó sostener tanto en la tesis como en el "ensayo" "los agradecimientos de El Cartón" es que yo necesitaba recorrer el "camino de Santiago" para poder funcionar... (no sé, si soy claro... no niego, los altos riesgos de esta peripecia, pero entiendan que los que hacemos esto además de unas busquedas, normalmente tenemos algo de actitud crítica y desencanto hacia y frente a la institucionalidad)... osea yo "Non, Je ne regrette rien", sin ese "recorrido vital" no tendría claro un montón de cosas sobre el mundo de la cultura, y lo que yo puedo ofrecer, siento que los recien egresados por más buenos estudiantes que sean, no deberían dar clase precozmente, pues pienso que uno debe salir al mundo, curtirse un poquito para poder tener "algo que decir".

En mi caso, la punta de lanza para poder hablar de mi versión del mundo, me la ofreció la metaficción, la narrativa de Badrán Padauí, la creencia en otro tipo de crítica literaria, pero muy particularmente me viene una "epifanía" cuando leo "Lecciones de Vértigo" de Badrán, cuyo protagonista es un estudiante que ha terminado académicamente, tiene buenas capacidades, pero está lleno de teorías que no lo dejan concretar la tesis, fue entonces cuando a mi se me ocurrió que podía abordar a la vez dos cosas, la metaficción en Badrán, y mi crítica a los mecanismos de graduación, y en general, a la Universidad como ente en crisis (Terry Eagleton). Como lo he dicho mi tesis es más un "divertimento", es más una lectura para leer desenfadadamente, pero con un fuerte fondo teórico que pretende lanzar tres o cuatro verdades a la cara del lector.


The End

miércoles, 24 de octubre de 2012

Los agradecimientos de "El Cartón

Por: William J. Castro-Toppin

Este texto pertenece a los apartes protocolarios de la tesis "Metaficción y escritura experimental en la narrativa de Badrán Padauí: o Lecciones sobre cómo escribir un Título" (efectuada en el marco de los requisitos de grado de los programas de Ciencias Humanas de la Universidad de Cartagena, la cual en este momento pasa por "la lectura de jurado", ya al asesor le ha gustado, y aunque no se sabe qué dirán los segundos lectores, su autor independientemente del resultado se encuentra satisfecho, pues le parece bien lograda, creativa, profunda pero sobre todo honesta académicamente.

Dedicatorias

 
A todos los miembros de las primeras generaciones de mi familia que no aprendieron a leer, o a los que por cuestiones prácticas de la existencia no pudieron acceder a una vida “letrada”.

A Isabel y a Elías, por sus respectivas inocencias: la inocencia senil que días atrás no lo era, y la inocencia infantil, que algún día ya no lo será más.

A mi mamá, que no pudo graduarse de universidad, pero que en los semestres que alcanzó a cursar, hizo unos libros llenos de cuentos y de fábulas, los cuales me pasé casi toda la niñez leyendo: Uno siempre deja “migajas de pan” por el camino que transita, no sé cómo, no se dieron cuenta de la cantidad de tiempo que yo dedicaba a esos libros:“Todo lo que uno va a ser, se encuentra allí… en la infancia”.

A mi papá, que cuando yo tenía 12 años, con dedo índice sobreprotector –autoritario, pero bienintencionado– señaló la torre del claustro de San Agustín –Siempre a la altura de los tiempos– diciéndome que esa era la universidad donde yo tenía que estudiar. Durante los años siguientes la timidez no me dio para objetar. (Si mi vida fuese una película, justo en esa escena pondrían el leit motiv de la “banda sonora” –Ojalá sea al menos… algo compuesto por Ennio Morricone–).

Al “William José” de 0 a 16 años: aquel que llegó a creer que Spielberg era lo mejor del mundo cuando conoció a “Indiana Jones”, y que pensó lo mismo de García Márquez al deslumbrarse con el fabuloso lugar común de “Cien años de soledad”.

Al “William” de 17 a 32: que anduvo por tantos espacios tratando de entender “cómo funciona el mundo de los seres humanos” e intentando hallar “su lugar en el universo”.

A todos los espíritus solitarios del mundo, que eligen la oscuridad de una sala de cine y el olor a papel de un libro por encima de las luces estroboscópicas y los eventos multitudinarios.

A todos los seres humanos que descubren, o que alcanzan al menos a sospechar, que no todo acto de inteligencia debe traducirse necesariamente en algo económico, ya que existen otras formas de felicidad y otras maneras de contribuir al bienestar social.

A todas las personas, objetos o circunstancias que me condujeron, me conducen y me conducirán a la invaluable pregunta: “¿Yo qué hago aquí?”.

A todos aquellos que al menos una vez en su vida se hayan enfrentado al vértigo de decir lo que tenían que decir: y lo dijeron. Para ellos una canción de Edith Piaf… “Non, je ne regrette rien”.

Aaaah… y a todas las personas que cuando hablan conmigo de cosas prácticas, les ofende que me quede “ido” o “elevado”, disculpen: es que estoy pensando o tal vez soñando...

 
Agradecimientos
 
A la Universidad de Cartagena, pues pese a los muchos reproches fundamentados que puedo realizar a esta institución, fue el espacio que me permitió hacer este recorrido tan particular por el mundo de los saberes.

A Esteban (“instancia académica”), por el trato humano, la sugerencia atinada, y por la asesoría, no tanto esta, sino las anteriormente ofrecidas: Por la fe. (Y por “mandarse” aquel café vietnamita tan reparador).

A Freddy (“instancia administrativa”), por el jugo de octubre de 2011 frente a la Torre del Reloj, por querer (y decirme explícitamente) que me graduara como sea, por creer que mis “habilidades” pueden estar al servicio de mejores causas: Por la fe. (Freddy, dos cosas: 1- si lees esta tesis, notarás lo difícil que me resulta graduarme “como sea” y 2- sinceramente, no me acuerdo quién de los dos, al final pagó los jugos…).

A M4 por prestarme “las hojas y el lápiz”, es decir, el portátil. Y por darme algo de manutención.

A mis papás, abuelos y demás familiares por redondear el sustento. A todas las “marañas” que me salieron este año. A los que se “mandaron” las fotocopias y las impresiones (o en su defecto, se las robaron de “sus” oficinas)… A todos los que me dieron ánimo durante esta breve temporada en el “infierno”. (Infierno en el cual he aprendido muchas cosas, difícilmente volverá un año en que tenga tanta libertad para leer… También descubrí lo malo que soy para pedir plata o ayuda. Pero sobre todo, aprendí que para ser crítico no sólo se necesita valentía y lucidez sino asertividad y la mayor independencia económica posible. Conclusión: debo ahorrar más).

Al señor Freddy Badrán Padauí por los libros que me prestó, y por las charlas sobre su hermano. A la narrativa de Pedro Badrán Padauí, la cual me resultó tan pero tan inspiradora.

A la “conexión de puntos” tejida por Steve Jobs en la Universidad de Stanford, y al “Elogio de la dificultad” esbozado por Estanislao Zuleta en la Universidad del Valle. La vida es de luces y de sombras, es la única forma en que tiene gracia, por eso hay que aprender a “Resistir”.

A todos los lugares en los que estuve durante este “recorrido vital”, a sus agradables y no tan agradables experiencias: pues me ayudaron a forjar una visión del mundo. Lugares que hasta en ocasiones me sirvieron de “escampadero”, mientras decidía que quería ser cuando estuviera grande.

A todos los excelentes, buenos, regulares y malos profesores que tuve durante mi paso por el sistema educativo. A los primeros por la inspiración y la motivación, y a los últimos, por la iluminación de mostrarme con tanta claridad todo lo que no quería ser (mi más sincero agradecimiento a los malos profesores que tuve, pues ese tipo de iluminación proporciona una información valiosísima: ¡gracias!, pese a que a veces en medio de sus clases me hicieran pensar si yo me merecía eso, yo que siempre fui con alegría al aula, y que subía todos los días las escaleras corriendo para ir a participar, a debatir: aunque con decepción descubriese que la mayoría de las veces no había condiciones para tal).

A quien me metió la idea en la cabeza de que la pregunta es más importante que la respuesta (a quien quiera que haya sido).

A cada aula, biblioteca, sala de cine, proyección de cineclub, conferencia, seminario, debate o actividad cultural en que mi alma haya estado… pues en esos lugares me he sentido como Ronaldo, Zidane, Ronaldinho, Messi, Falcao o Cristiano Ronaldo en una cancha de futbol (no me refiero al “nivel” con que hago las cosas, sino a las ganas, al disfrute y al compromiso de estar allí).

A todas las personas que explícita o implícitamente deseaban que yo tuviese un “cartón”, pues sentían que con eso puedo prolongar mi existencia, y por ende, aportarle más a la sociedad y explotar más mis “talentos”.

A todas las personas que se han sentado a hablar conmigo de cosas no-prácticas: de Cine, de Literatura, de Política, de Filosofía, de Religión (Ellas han alcanzado a notar que no siempre cuando me hablan, me “elevo”). A todas las películas que he visto y a todos los libros que he leído, pero más gracias aún, a las personas, a las “prácticas” y a las” no-prácticas”, pues son las principales fuentes de donde me nutro.

A esta tesis, pues me hizo revivir etapas de mi vida, en las que me encerraba a leer o a escribir por horas, días, incluso semanas, y casi ni salía a comer, ni me bañaba ni dormía, pues me movía alguna especie de delirio (Esa es una de las experiencias que más placer y felicidad me causan). Tesis que más que un “divertimento” o un “simulacro” escrito “en tono menor” ha sido para mí un verdadero triunfo del espíritu.

A Elías, a quien sin imponérselo le ha salido gustando mucho la lectura –aunque hasta ahora siento la usará en un sentido distinto al mío (y eso está bien, no tiene mucha gracia fabricar “fotocopias”)–, le agradezco, pues ello me obliga a responder a su necesidad de tener un guía en este laberíntico mundo de libros, discursos y teorías… y si en definitiva las carreras humanísticas no dan tanto dinero, pues al menos que él tenga un buen “lazarillo” para este oficio de luces y tinieblas como lo es “el acto de leer” (Creo no es bueno, crecer en “orfandad cultural”, de hecho, uno de los grandes deseos que tengo es poder fundar algún tipo de institución que vele por estos “huérfanos”).

A todas las personas y circunstancias que me han ayudado a vivir como un “personaje literario”: como en una película… “como una novela”.

Aaaah… ¡miercolé! casi se me olvida… a Dios…: de ti lo único que espero, es que ojalá existas, y que todo lo bueno que se dice de ti en relación a la especie humana sea verdad, así sea que a mí: no me vaya bien… en el juicio final.

(Pues aunque no lo parezca, y tal vez él no me crea mucho, teórica e intelectualmente he concluido que mi única gran gran esperanza es que él exista. Anhelo que dios exista, pues del resto no tengo mucha fe en este mundo: “Ojalá dios exista”).

“Tetraktis”

1. “Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”.

Jean Paul Sartre, filósofo francés.

(Con esta frase libero de responsabilidad a mis familiares, a todos los profesores que tuve a lo largo de mi vida y al tipo de sociedad en que me tocó nacer).

2. “Ah, leer lo que uno quiere, disponer de lecturas, elegirlas y ordenarlas libremente; es como organizarse la felicidad”.

Alone, crítico y escritor chileno.

(Aunque a veces parece utópica, una de las conquistas individuales más importantes es la libertad para leer sólo lo que a uno le interese, lo que le nazca… lo que a uno le de la gana. Esa es una de mis luchas. Poder vivir de lo que me gusta y que llegue el día en que pueda decir como el gran Ismael Rivera: “Esto es lo mío”).

3. “No se escribe para ser escritor, ni se lee para ser lector. Se escribe y se lee para comprender el mundo. Nadie, pues, debería salir a la vida sin haber adquirido esta habilidad básica”.

Juan José Millás, novelista español.

(Desde muy pequeño me ha movido la idea de querer “comprender el mundo”, hasta me parece que en ocasiones he cometido excesos en eso, afortunadamente siempre he tenido claro dos cosas que “leer” no es sólo pasar los ojos por párrafos, y que los mejores libros para hojear serán siempre: la realidad y los seres humanos –de todas las edades, filiaciones, estratos económicos y niveles educativos–).

4. “Todo lo que se lee alude a lo que uno busca, se convierte en lenguaje de nuestro ser… Siempre se lee porque uno tiene una cuestión que resolver y aspira a que el texto diga algo sobre la cuestión”.

Estanislao Zuleta, intelectual colombiano.

 
(Yo me monté inicialmente en este “viaje” de leer, escribir, ver cine, analizar la realidad y hablar con personas distintas a mí, pues buscaba respuestas. Luego se descubre –o se sospecha– que tal vez el placer, la gracia y la respuesta de lo que uno busca está en el acto mismo de buscar, pues es un viaje al infinito. No te impacientes, no claudiques y aprende a disfrutar la búsqueda).

1 + 2 + 3 + 4 = 10

Con aprecio,

William J. Castro-Toppin

martes, 4 de septiembre de 2012

Los abogados y la imaginación


Chavelly Jimenez Castellanos
Abogada

Hoy escuche de un estudiante de derecho de la Universidad de Cartagena, la pregunta más lapidaria que jamás había escuchado en mi vida. Esas preguntas, que te condenan a una hamaca en el Cielo o a un catre en el infierno. Él dijo “Soy estudiante de derecho y me pregunto ¿uno como termina está carrera sin perder la imaginación”. Y entonces recordé, que sin verbalizarla, muchas veces me hice esa pregunta, durante los últimos ocho años. Aún el día que pasé en la reputada Universidad de Cartagena, y mis familiares se explayaban en felicitaciones y elogios, la primera imagen que se me vino a la mente fue una interminable columna de carpetas, llenas de amarillentos papeles y yo detrás de un escritorio intentando leerlos todos. Pasaron los años, y a la par que aumentaban mis conocimientos jurídicos, se elevo mi imaginación. Y entonces, saliéndome de esos cánones sociales, de ese “deber ser” de jurista en potencia, fui combinando los códigos y la jurisprudencia con el arte, la literatura, la izquierda, el feminismo, el amor a los instantes. Mis futuros colegas, mis compañeros de pupitres, veían con preocupación, rayando en la sospecha, mi curvilíneo perfil, que no incluía tacones, ni blower semanal, ni la recitación mecánica de los artículos del Código Laboral. Llegue a amar con desespero aquellas clases, como las de David Mercado, las de Pedro Macia, que incluían toques humanistas, cinematográficos, filosóficos y que eran resquicios de paz en medio de tanto cruce de bala jurídico. Durante mucho tiempo, viví como el más audaz de los espías de las Guerra Fría. Nadé dentro de dos mundos íntimamente relacionados, pues nada más imaginativo que la especulación del discurso jurídico, pero que el sistema insiste en separarlos tajantemente y cada uno de ellos – El Derecho y las Humanidades- condenaba –y aún lo hace- a la hoguera al “correligionario” que cruzará la raya. Creanme, fueron tiempos aciagos.

Han pasados los años. No porque hayan sido muchos, sino porque su paso ha sido contundente y sus secuelas imborrables. Ya me visto como una dama, me echo crema de peinar para cabello liso, me pinto las uñas con frecuencia y camino con tacones como cualquier relacionista pública de hotel cinco estrellas. O al menos, a eso aspiro.Contrario a lo esperable por mis contemporáneos del 2008, hablo de emprendimiento, de derecho comercial, de mercadeo, de propiedad intelectual. Manejo esas “armas del neoliberalismo” demasiado bien, para una persona que llego a condenar sin tapujos el afán de lucro y el aplastante discurso de la globalización económica. Muchos me miran como una traidora. Y no solamente los demás. A veces cuando cierro los ojos en la noche, me pregunto que sería de mi vida si me hubiese retirado “a tiempo”. Incluso, he llegado a pensar que algún día este desdoblamiento me va a pedir cuentas y que quizá en el Juicio Final, me preguntarán porque no fui de una sola pieza, porque insistí en las mezclas, en el aquí y el allá, porque me empeciné en ese “diabólico” discurso de “tomar lo mejor” de cada imaginario e intentar convertirme en una creación de Frankestein, peor que la original, porque hasta su “crueldad” estaba en duda. Y lo peor, y lo más “reprochable”: Por qué lo hice de manera consciente.

Y esta reflexión se me vino a la cabeza, porque asistir a un evento como el Seminario Acción Política y Derecho, organizado por la Facultad de Derecho de la Universidad de Cartagena y la Universidad de León de España, donde al tiempo que se develan los grandes vicios deshumanizadores de la praxis jurídica -esa que uno se aprende de memoria en los parciales-, también se reconoce la legitimación del derecho como herramienta indispensable del cambio social. Cuando una mujer como Claudia Ayola –una sicóloga profesional que también huye de los convencionalismos- dice que es ese reconocimiento del derecho como mecanismo solucionador “el que diferencia a los movimientos sociales de los terroristas”. Es apelar a la critica al sistema, hablándole en su idioma, más allá de las propuestas abolicionistas del Estado que plantean muchos.

Y parecería contradictorio, y lo es, si lo vemos en estricto sentido. Pero es cierto. Hay que aterrizar los ideales. Hay que concretarlos y esto rebasa las buenas intenciones de la academia. Hay que saber gestionar, redactar un proyecto, esperar un funcionario a que termine de hablar por teléfono, apelar a los abogados. Así suene cruel, hay que utilizar las armas del sistema, incluso para combatirlo. Los proyectos políticos, económicos, sociales, son eso, proyectos y no van a pasar del papel a la realidad así no más. Los nombres que aparecen en los libros de historia –Cristo, Napoleón, Hitler, Pablo Escobar, Uribe Vélez- , son los que se llevaron la gloria o el oprobio, pero detrás de ellos, hubo toda una maquinaria efectiva –como las clientelista de las campañas electorales- que hicieron posible esa inmortalidad. De eso se trata.

En conclusión. Sí. Creo en los sincretismos entre lo práctico y lo teórico. Creo en el saber y el saber hacer. Creo en un compromiso con el conocimiento, con la profesión de abogado, sea desde lo público o desde lo privado. Especialmente, creo en la interdisciplinariedad y en las múltiples ventajas que esto reporta. Disfruto por igual una conferencia afincada en tecnicismos y jurisprudencias como aquellas que apelan a los movimientos sociales y a la vida misma, así no tengan nociones epistemológicas. No nos condenemos a un solo lenguaje. No nos pongamos lentes aún sin tener miopía. Igual, se puede ir por el bosque, sabiendo que se va para la casa de la abuelita, pero deteniéndose a hablar con los animales que salen por el camino. Incluso, con los lobos.

domingo, 19 de agosto de 2012

“Milagros y no santos: oscurantismo en el ejercicio de la docencia universitaria” - Irradiaciones desde el Claustro de San Agustín


Willian Castro Toppin

Dentro de los objetivos o ideales que se presentan con frecuencia para señalar hacia dónde debe apuntar la docencia universitaria están el desarrollo en los estudiantes de un espíritu crítico, creativo y propositivo, sin embargo, cuando uno empieza a analizar ese objetivo dentro de la práctica cotidiana de lo académico, encuentra un montón de paradojas, en especial, cuando uno intenta enlazar la relación: sociedad, universidad, docente y estudiantes. Para poder ser más claro en el planteamiento de eso, debo aterrizar en una realidad concreta, siendo así, partiré de la realidad que más conozco: Cartagena, su universidad pública, y la relación entre docentes y estudiantes a partir de sus asignaturas, pero sin descuidar que todo esto, está mediado por circunstancias que van más allá de las aulas. Reconozcámoslo, vivimos en una sociedad clientelista, que cree en las relaciones mediadas por favores, y que eso define muchas cosas tanto dentro como fuera de los claustros universitarios, y dicha realidad condicionará en buena parte mucha de la interacción en términos del ejercicio docente, es por ello que en la Universidad de Cartagena suelen apreciarse fenómenos relacionados con lógicas de poder –en unas facultades, más que en otras– que conducen a la aparición en el aula de formas de autoritarismo y de dogmatismo, que imposibilitan precisamente el asomo y el cultivo de un espíritu crítico, lo cual medievaliza un tanto las relaciones en torno al conocimiento. Es posible encontrar en la universidad relaciones mediadas por la intimidación, la persecución académica, la exclusión social, el costo político –e incluso, laboral–, la censura y la autocensura. 

No es muy común que un estudiante se atreva a refutar públicamente a un profesor sobre un aspecto teórico y abstracto que pertenezca a los contenidos de la clase, o que se atreva a hacerle una corrección pública, o que manifieste un disentimiento o divergencia (hay miles de historias en la Universidad de Cartagena, en cualquiera de sus sedes y facultades que corroboran que estas acciones no son bien vistas por muchos docentes, pero no sé si se advierte la paradoja, pues con mucha insistencia esto del espíritu crítico y propositivo suele anotarse en folletos e informes sobre acreditación), se tiene muy enraizada la idea, que dicho acto –el de que un estudiante contraargumente– representa una especie de humillación pública, perdida de autoridad o “empequeñecimiento” como docente, y eso que hablamos de divergencias abstractas sobre una asignatura, y no entramos a analizar lo que ocurre cuando son percepciones distintas respecto a lo político o lo ideológico alrededor de los temas cotidianos y administrativos del Alma Mater. El estudiante intuye que ser crítico y propositivo es peligroso, en tanto que quedara excluido de los circuitos de favorecimiento, lo cual atenta contra su desarrollo académico y laboral. Por ende, optará por el silencio, o por formas sutiles de desarrollar un “juego” (juegos de simulación, de acomodación, de apuntar el espíritu crítico hacia zonas donde no golpee de lleno a la estructura de poder, y que no afecte sus intereses, y en ese sentido, muchos seres humanos son hábiles, en especial, cuando se trata de la supervivencia, pues esto empieza a asociarse nada más y nada menos que al instinto de conservación). Con lo cual queda claro, que lo académico no está desligado de las estructuras políticas y administrativas, y que intuitiva o racionalmente estudiantes y docentes se saben enganchados a esas estructuras. Este tipo de situaciones se presentan en todas las facultades, pero, suele ser mucho más frecuente y abierto, en las facultades de más tradición: Derecho y Medicina, por ejemplo (a partir de mi curioso “trabajo de campo”***, me atrevería a afirmar que la facultad de derecho es la campeona en este tipo de relaciones, y hay tanta consciencia en ello, que es muy común encontrar la posición de muchos estudiantes frente a un docente retrógrado, de escribirle en los exámenes justo la respuesta que ellos saben el desea escuchar, aunque también sepan que dicha respuesta es ampliamente controvertible.)

El espíritu crítico siempre estará acá debatiéndose con las inteligencias emocionales y sociales: pues, existe la necesidad de no chocar, no confrontar –en este caso, ideas, interpretaciones, metodologías, o formas de evaluar–, ya que hay una necesidad casi ineludible de no ser “mal” referenciado, de caer bien, o al menos no caer mal. Convendría entonces, que alguna vez se discuta sobre esto, y qué tanto podríamos hablar de formas de coerción e intimidación en el ejercicio de la docencia universitaria, pues diera la impresión que sólo un convencido, un loco, o un temerario se atreverían a cruzar una línea que podría conducir directo a la hoguera. Cabría aquí preguntarse ¿cómo se inculcan espíritus científicos e inquietos dentro de marcos algo “medievales”?. Lo más llamativo de este fenómeno se aprecia, cuando estudiantes que manifestaron resistencia silenciosa a estos eventos, al hacerse profesionales encuentran que la sociedad y los procesos laborales de algún modo le dan razón a esos docentes, con lo cual se corrobora nuevamente el enlace indisoluble sociedad / universidad. Volvemos al Derecho, me encuentro con cantidades de amigos que hoy día son abogados, y que de alguna manera ven reflejado ese oscurantismo de las aulas, en la dinámica de los juzgados, es casi como si la realidad te dijera tozudamente: “así son las cosas”, con todo lo que implica aceptar eso, en términos precisamente de que al hablar de ciencia, democracia, espíritus críticos y propositivos, todo se nos aparezca como un juego de simulación, o una especie de compleja amalgama. Hay personas que me dicen: “pero si estamos en Colombia, hay mafias, paramilitarismo, guerrilla, corrupción del estado, tráfico de influencias a una escala superior ¿cómo quieres tú que eso no se reflejé así sea en un nivel menor en microcosmos más pequeños como lo es relacionados con el ejercicio de la docencia en una universidad?”, ¿hay allí una disyuntiva entre racionalidad e instinto?). Pero tampoco excluye a facultades como las de Ciencias Humanas, pese a que la crítica es intrínseca a estas (en estas suele ser más sutil, y se da un refinamiento y una sofisticación en el arte de las retaliaciones, en ocasiones estudiantes se preocupan o se despreocupan, en relación a quien les tocó como asesor o lector de su monografía de grado, ya que suele esperar algún tipo de “venganza” si es un docente con el cual tuvo diferencias a lo largo de la carrera). Este fenómeno suele pertenecer a ese grupo de circunstancias que todo el mundo habla y reconoce en privado, pero casi todos negamos en público. Y pasa a formar parte de eso que tradicionalmente señalamos con frases como “la vida es así”, “la sociedad funciona así”, “tienes que adaptarte”, y bueno, es precisamente en ese contexto en el que quiero reflexionar sobre lo que representa muchas veces en la práctica la docencia universitaria, y contrastar eso con las ideas que bajo cierto idealismo se nos inculcan en los cursos o diplomados de docencia. Sin embargo, esto que he llamado paradoja, resulta aun más curiosa cuando se alinean todos los discursos, bajo la idea de que estos procesos son necesarios, pues van en dirección del tipo de sociedad que queremos construir: más justa, más equitativa, más abierta, más incluyente, más democrática… y volvemos al juego… ese juego donde la realidad pareciera gritar: “¡¡¡marica, el último!!!”. 

viernes, 4 de mayo de 2012

"Dios se lo pague": La suerte del rebusque y la ley de la vida

Por: Seila Rodriguez Torres
Estudiante de Psicología
coryalicia@hotmail.com
UNAD

Cada vez que la buseta de la ruta Ternera-San José llega al semáforo que conduce hacia la entrada del barrio Ternera, me concentro siempre en dos personas que por sus características “Rastafari” y rasgos físicos, me dan la impresión de no ser de esta ciudad. Pero mas allá de sus fenotipos, me causa particular interés lo que hacen para poder ganarse la vida.
Todos los días cuelgan una cabuya bien firme y sostenida de un extremo al semáforo de la entrada a Ternera y el otro a un árbol cercano. Luego uno de ellos se sube allí y como cualquier malabarista profesional realiza toda clase de piruetas y de actos divertidos con cuchillos y cualquier otro instrumento que cause igual furor entre los espectadores.
Entre tanto, su otro compañero va recogiendo en ese corto tiempo que dura el semáforo en rojo cualquier moneda que los conductores de taxis, carros particulares, motos y busetas consideren que vale ese complicado trabajo. Son ellos los que ponen el precio.
Es sorprendente ver tal cosa, tanto que las personas que van a mí alrededor, en la buseta, sienten gran admiración por lo que hacen. Lo reciben de la mejor manera.
Pero en mi caso, no sé si alegrarme porque igual encuentran la forma de ganarse la vida en una ciudad cada vez más costosa y desigual, o si enojarme. Enojarme porque es duro imaginar que este país denominado como un Estado social de Derecho, de justicia y de igualdad, sea el mismo que permite tal exclusión. No existen garantías de nada. No hay trabajo y las tasas de desempleos van en aumento.
¿Dónde esta ese Estado social de Derecho? ¿Dónde están aquellos que deberían cumplir a cabalidad lo consignado en la constitución? ¿Dónde? Todo queda en simples letras grabadas sobre un papel olvidado.
Cada vez es más grande el número de familias, jóvenes y niños que trabajan en las calles tratando de buscar algo en el rebusque del día, para ver si pueden por lo menos comer algo decente, para ver si pueden sostener por lo menos en ese día a sus familias. Para ver si hay suerte.
Es entonces cuando esta práctica se hace necesaria al ver que el factor monetario es demasiado escaso y las condiciones laborales son muy cerradas. No hay un trabajo digno, no hay un trabajo estable, no hay un salario mínimo.
Estas personas están a merced de lo que la gente del común pueda y quiera brindarles, de su buena voluntad y tal ves de su buen corazón.
Lo más chocante de todo es que el ex presidente Álvaro Uribe gane mensualmente, por concepto de pensión, $ 25.838.213 por haber mal dirigido a un estado siempre clientelista y burócrata. Gana mucho más que todos aquellos que con su valeroso esfuerzo, trabajan sufriendo las inclemencias de este cálido clima y sudor a cuestas. Eso nadie se los remunera.
Pero que se le hace, este es el país que históricamente hemos construido, sobre la base donde son unos pocos los que ganan y tienen gran estabilidad económica. Mientras los otros tienen que “ganársela”
Ya es tan común ver a tantos hombres y mujeres en el rebusque ya sea lavando vidrios a los vehículos o vendiendo productos en los buses. Pero más lamentable aún es ver a cientos de niños cuya suerte esta en manos de lo que les ofrezca la calle, analfabetas y en manos de muchos vividores que se aprovechan de su inocencia y de la lastima ajena.
De verdad siento demasiada vergüenza, por eso soy de las pocas personas que les colabora con una moneda, les ayuda y sabe apreciar ese duro trabajo del rebusque. Soy de las que muchas veces ha escuchado con total agradecimiento: "Dios se lo pague".

jueves, 29 de marzo de 2012

Cartagena: una vez, una bomba de tiempo...


Harold Carrillo Romero
Historiador
storico1012@gmail.com
Universidad de Cartagena

Camino a mi casa en uno de esos buses donde a veces te haces a la idea de que estás atravesando el atlántico y que son más de 20 horas de vuelo para llegar a algún destino europeo, escuché una conversación entre dos estresados pasajeros; quejándose del mal estado de las vías, de los infernales trancones y de lo demorado que está el funcionamiento del Transcaribe. Confieso que me moría de ganas de entrar a la tertulia y poner mi cuota de malestar ante tan fastidiosa situación. Sin embargo, me abstuve y me puse a pensar en lo mal que lo estaban pasando en ese preciso momento los bogotanos con el hasta hace muy poco exitoso Transmilenio.

El colapso de Transmilenio y los últimos escándalos de corrupción, han llevado a la capital a transitar entre la delgada línea del caos y la locura colectiva.  Estos catastróficos resultados, parecen acercarse a  Cartagena con el ya “tortuoso” Transcaribe. Lo digo, porque el proyecto lleva más de 7 años de haber comenzado, producto sin lugar a dudas de  una mala planeación, y de  las múltiples demandas a las que ha tenido que enfrentarse, esto a su vez, han atrasado muchas obras y les ha costado a los ciudadanos mucho más dinero. Lo que me aterroriza de todo esto, es que mientras se va deteriorando lo que ya está hecho, la impunidad empieza a asomarse sobre el cielo cartagenero ¿Por qué los entes de control de la república, no han intervenido a esta empresa? ¿Cuánto más dinero nos va a costar, montarnos en un bus (me imagino el calor) que solo pasa por una sola vía? ¿Quién dijo que era democrático apilarnos como  sardinas en lata? 

Otras ciudades como Medellín, Cali, Pereira y Barranquilla gozan de una esplendida malla vial. A excepción de Pereira, son ciudades grandes espacial y demográficamente en comparación con nuestra ciudad. Cartagena por su parte, solo cuenta con una congestionada y desgastada arteria vial (Av. Pedro de Heredia) no nos engañemos, somos una ciudad pequeña y mal diseñada urbanísticamente. Entonces, ¿por qué en vez de hacer puentes, bulevares, parques, ciclorutas, vías principales y alternas, se les ocurre pasar un bus articulado en medio de la ciudad? ¿Quiénes están detrás de este lucrativo negocio? ¿Quién fue el de la idea?

Estoy seguro que más de uno se ha hecho estas y muchas otras preguntas acerca de este tema. Considero que el “caprichito” del Transcaribe, alcanza poderes ajenos a la ciudad y que al igual que otros proyectos, le sabe a materia fecal, por no decir menos, lo que le suceda al ciudadano de a pie. Mientras bogotanos y cartageneros duramos horas y horas en medio de un trancón, muchos de cuello blanco en su escritorio, tratan de buscar la manera de aumentar el monto de sus cuentas en Suiza o Islas Caimán, o de sacar la cuota inicial del apartamento en Miami o Dubái. Sin embargo, la experiencia de los últimos acontecimientos en la enmarañada política colombiana, nos enseñan que cuando se trata de dinero, los corruptos se explotan entre ellos, y terminan acusándose. Así que sin querer ser  Nostradamus, creo que en esta ciudad, patrimonio de la humanidad, una vez, una bomba de tiempo, que por el bien de todos, esperamos que explote, para por lo menos recuperar algo de dignidad, ya que la plática se perdió. 

jueves, 8 de marzo de 2012

Una "civilización" que se suicida

por: Chavelly Jimenez
Abogada y empresaria cultural
chavelajc@hotmail.com

Ya han pasado muchos años desde que mi mejor amiga de la universidad y yo andábamos por ahí por los pasillos del Claustro San Agustín escribiendo textos feministas y difundiéndolos por debajo de cuerda. Ahora que lo pienso parecíamos los miembros de cualquier resistencia tratando de “dar la lucha” y pasar desapercibidas ante la oficialidad. Yo tenía 19 años, ella dos años menos que ellos, y éramos dos gotas de lluvia contra todo un incendio de prejuicios. Ella escribió un texto llamado Revelaciones de Cleopatra, yo escribí otro denominado Monólogos de Freya –todavía se encuentra en algunos lugares- y nos mandaron a leer “Cosmopolitan”. Y lo que empezó como una iniciativa apasionada de dos chicas de quinto semestre, término convertido en una convicción clara e indeleble, que hoy a pesar de los años, a pesar de que ya no lucimos como estudiantes, sigue intacta.

Con el tiempo he entendido que no se trata de la “guerra de los sexos”, de hombres vs mujeres. Es la maraña educativa, mental e ideológica que nos permea a todos por igual y que nos condiciona a actuar y a pensar. No se trata de ir por la vida emitiendo falacias ad hominem y vestirse de tal o cual manera para entrar en el estereotipo de “feminista”.Apunto a quitarse de encima esa costra dualista, esas categorizaciones que nos hunden en la inexorable repetición de las mismas lógicas contra las que no estamos de acuerdo. No creo que la solución sea la implantación de un moderno conglomerado de Amazonas y la coronación de una nueva reina Hipólita. El quid del asunto radica es dejar de concebir nuestras relaciones de poder verticalmente y pensarnos en términos equitativos, un adjetivo que es mucho más fácil decirlo que actuarlo.

Ese entramado ideológico es profundamente dañino y es el que justifica que el marido le quite la vida a la mujer con seis disparos, porque presiente que le es infiel o que el hombre asesine a la muchachita que no quiso bailar con él en una fiesta y luego se le encasille en el muy cómodo término de “homicidios pasionales” justificados por la ira y el intenso dolor del “ego ultrajado”. O que la femina, en un ataque de “rabia” e “indignación” aprehenda un cuchillo y le corte el “pendenciero” miembro viril a su marido porque “sino no es mío, no es de nadie” –en este caso no es pasional, sino homicidio agravado por el parentesco- . Mientras que las relaciones de poder sigan funcionando así mientras que la escuela, las religiones, los padres, los medios de comunicación contribuyan a su perpetuación, seguiremos siendo una civilización que se suicida constantemente y que se alimenta de la sangre de las inequidades.

Hace unos días me lei el famoso libro, que ahora ya hasta es un stand comedy, Los caballeros las prefieren brutas. Confieso que fue difícil pasar de las construcciones epistemológicas densas de Judith Butler, a párrafos simples que apuntaban básicamente a “hacerse la loca”, no mostrarse amenazante, ni muy inteligente, para en efecto, tener al hombre “bajo nuestros pies”. Debo reconocer que este “manual de parejas para dumies” es muy práctico y que es muy probable que haya más de una feminista agazapada y haciéndole creer al esposo que es una Blancanieves, cuando en realidad es la madrastra. Pero ¿y a largo plazo? ¿Más allá de las urgencias cotidianas? ¿Vamos a seguir justificando la violación de una joven de 15 años porque tenía una minifalda? ¿Nos gustaría que nuestras hijas, hermanas, primas y amigas, fueran las victimarias en vez de la víctimas cuando se le accede carnalmente con violencia sin poder hacer nada? Y si fuera yo…